Quiero comenzar este blog dándote la bienvenida a “mi casa” virtual, me gustaría que en estos momentos pienses en algo que te hace sentir muy cómoda (utilizaré el femenino como genérico, pero si eres papá, siéntete totalmente incluido) y, a ser posible, que leyeses este blog en ese momento de bienestar. Algo así como, esperar a llegar a casa, ponerte cómoda y sentarte relajadamente a leer (si no puede ser, nos conformamos con imaginarnos en esa situación).
Una vez acomodada, creo que los principios tienen que servir para conectar, así que te voy a contar un poco más sobre mí, pero para ti, para que me conozcas mejor.
Comenzaré mi historia en el año 2001, cuando empecé la carrera de Nutrición Humana y Dietética. Era la primera vez que salía de mi casa, más allá de unos días de vacaciones con el novio o las amigas y la verdad que la inseguridad y el miedo eran más fuertes que la ilusión, así que los primeros días no fueron fáciles, de hecho, lloré mucho.
Siempre supe que estudiaría una carrera sanitaria, me apasionaban el embarazo y el parto, adoraba los bebés y niños pequeños, así que mi objetivo estaba puesto en la medicina, sin embargo, el destino, la suerte o el karma tenían otros planes para mí.
Me iba a Huesca, a empezar una carrera nueva, no tenía ni idea de que salidas tendría, ni si me iba a gustar. Solo sabía que las asignaturas me resultaban atractivas y que era mejor que la alternativa que tenía “Ingeniería Técnica en Informática de Sistemas” (no preguntes como, si quería ser sanitaria, puse esta opción en la solicitud).
Aquí haremos un salto en el tiempo porque puedes imaginar que la vida universitaria fuera de casa, bien. Compartir piso con otras estudiantes, genial.
Pero ¿qué tal esa carrera nueva? Solo te diré que en 2004 terminaba los estudios que me abrieron la puerta a la que hoy es mi pasión, la Nutrición Infantil y Familiar y que, ya entonces, tuve claro que seguir estudiando sería mi día a día (y eso que nunca destaqué por ser estudiante ejemplar, pero no hay nada como hacer lo que a una le gusta). Por no hablar de esas compañeras de carrera con las que, a día de hoy, tengo una conexión muy especial. No solo por la época universitaria, sino por todo lo que hemos compartido en nuestra vida después.
Volviendo a la Nutrición, que de eso va este blog, terminar la universidad me dejó una tremenda sensación de vacío ¿y ahora qué? Pues solo me quedaba seguir estudiando, porque salidas laborales no había ninguna y no me sentía preparada para emprender. Siguiente idea brillante “Ciencia y Tecnología de los Alimentos”, muchas compañeras de Nutrición se pasaban a CTA, así que ¿por qué no?
Pues porque no, Mapi, porque a ti no te gusta la industria alimentaria, ni las cadenas de producción, ni te importa cuanto tiempo aguantan unas peras en una barquilla tapada con un film de 3 capas con un tamaño de poro X y una columna del gas Y que perfunde a no-se-cuanto (literal que este problema fue el que me hizo mirar a mi compañera Miriam, que estaba sentada a mi derecha y decirle sin articular palabra “lo dejo, esto no es para mí”).
Así que desde ese momento decidí fijar mi objetivo e ir recalculando mi camino hasta alcanzarlo.
Empecé a trabajar, durante mucho tiempo pluriempleada.
Busqué prácticas, remuneradas o no, igual me daba.
Hice muchos cursos, algunos para completar formación, otros para ampliar posibilidades laborales y los más importantes, los relacionados con los peques y las familias.
No diré que fuese fácil, hubo muchas rachas de frustración, de creer que estaba todo perdido. Sin embargo hoy, si miro atrás, todo ha tenido su razón. Todo me ha enseñado algo.
Pero la vida aún guardaba un As en la manga, como no. En 2016 nacía mi hijo y yo me las prometía muy felices, siempre quise tener familia, era Dietista-Nutricionista, me había formado en lactancia y en nutrición infantil, ¿qué podía ir mal?
Ay la maternidad, ese tsunami que te arrasa. Sigo pensando que cuando alumbramos la placenta se va una parte del cerebro, que luego dicen que se recupera (aún sigo investigando sobre esto).
Tener a mi pequeño en brazos ha sido lo más desconcertante, aterrador y a la vez maravilloso que he vivido (lo sé, no tiene ningún sentido, en otro post lo comentamos). El caso es que verme como madre y ver a mi hijo me enseñó a mirar a mis pacientes de otra forma, no con los ojos de la sanitaria que se formó en la carrera y en los cursos sino con los ojos de la empatía, de la comprensión y de la experiencia compartida.
Ojo que no quiero decir que para ser buena nutricionista infantil haya que ser madre, tengo maravillosos ejemplos que demuestran que una cosa nada tiene que ver con la otra. Sin embargo, a mí, sí que me hizo mejor profesional.
Así que, desde aquel 2001 hasta hoy han pasado muchas cosas, algunas mejores que otras, pero la mejor de todas es tenerte a ti al otro lado leyendo esta entrada hasta el final.
Me gustaría terminar de la misma forma que hemos empezado este encuentro, deseando que te encuentres cómoda tanto si estás aquí como profesional, como si lo estás como mamá que busca información.